- ¿Mamá? ¿Hola? ¿Estás ahí?
- Sí Luis,-bostezando- estoy. Dormida, pero estoy. ¿Sabes qué hora es?
- Siento si te desperté pero tenía que hablar contigo.
- Dime, -incorporándose- ¿te ha ocurrido algo?
- Sí, no… no sé. Me han despedido… eso implica que no puedo hacerme cargo del alquiler y necesito…
-¿Cuándo vienes?
- Llego mañana por la mañana.
- ¿Mañana?
- Sí, ¿os viene mal? Lo digo por si tenías vuestros planes… por mí…
- ¿Mal? ¿Planes? Espera, ya nos contaras más detenidamente cuando estés aquí. ¿A qué hora llegas, y dónde voy a recogerte?
- Llego en el tren de las 12, ¿irás tú o papá?
- No sé hijo, eso da igual. Buen viaje.
- Nos vemos mañana. Besos
- Tengo ganas de verte. Hasta mañana.
María continuó sentada en la cama asimilando la inminente llegada de Luis. La pensión de Fermín no era para echar cohetes, y la suya era un complemento. Imaginaba que Luis tendría paro y así cooperar con la economía familia, sino, sería un tremendo esfuerzo y Fermín lo utilizaría como arma recriminatoria toda la vida. Siempre quiso que su hijo se dedicase a lo que había constituido toda la vida de su familia durante años. Le gustaba ser tradicional en muchos aspectos de su vida y no vio con buenos ojos que su hijo abandonase el trabajo del campo por la ciudad.
La crisis era una escusa razonable para justificar su vuelta. Los trabajos escaseaban e imaginaba que Luis había agotado todas las posibilidades antes de llamarles. Maldita crisis, recesiones y todo lo aplicable. María se mostraba impotente ante las elevadas cifras del paro que subían a diario con Luis incluido ahora en ellas. Escuchaba los pocos avances que realizaban y los malos presentimientos para el año siguiente.
- ¡Ufff...! –levantándose-. A ver como se lo cuento a Fermín…
1 comentario:
Precioso el relato, cercano, cotidiano, sencillo y especial
Fue un placer leerte y votarte
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