14 febrero, 2006

Un Cupido con aureola

Estaba abatida pero tranquila. Las horas pasaban y no obtenía ningún movimiento a su alrededor. La fecha marcada en el calendario era San Valentín. Un Cupido con aureola que pregonaba el amor.

Sus pensamientos negaban el hecho de obligar a alguien a sentir amor, pero sus sentimientos pedían a gritos una demostración. Anhelaba escuchar el sonido de su teléfono irrumpiendo en llamada, o alerta de mensaje. Cuando el abatimiento caía sobre ella miraba fijamente ese aparato colocado frente a ella, pero transcurridos unos minutos la paz se adueñaba nuevamente de su espíritu. Mentalmente se preguntaba una y otra vez ¿Tendré algún amor que me haga sentir cómplice de sus sentimientos, vibrar con una mirada, disfrutar de todos los momentos de compañía y transmitirme confianza?

Resurgieron imágenes de amores lejanos que fueron queridos, amados y deseados rememorando épocas felices. Recorría el presente y hallaba amor, pero expresado de distinta forma porque lo sentía por distintas corrientes; el amor de un hijo, de una familia, los amigos… Recibiendo todo en conjunto se sentía agradecida, pero buscaba un eslabón perdido.

Cuando era consciente de ese eslabón el abatimiento llegaba a ella, pero la tranquilidad acudía a su encuentro rememorando cada uno de los amores que recibía en su entorno.


Apuntó mentalmente una cita para el siguiente año. Un Cupido con aureola que pregonaba amor: San Valentín. Porque el amor puede expresarse de muchas maneras.