08 marzo, 2014

El amanecer de la luna

María conducía su coche como venía haciendo desde hacía muchos años a su trabajo. Amanecía y, a la salida de un túnel, la luna apareció frente ella. La observó y dijo calladamente lo linda que estaba. Grande, luminosa, encantadora… Incitaba a mirarla y deleitarse de aquella vista mágica y pensó, en decirle o quizá, pedirle un sueño. Una alma gemela comprensiva, amorosa, honrada para poder amar. Al poco tiempo de esa petición, llegó él. 

Y llegó colmado de amor, generosidad, comprensión, y un sinfín de atenciones que ella nunca había recibido. La barrera de María fue fomentada en el sufrimiento pero fue desapareciendo entre caricias y besos. El sentimiento fluyó de manera indolora amando como nunca antes lo había hecho, respirando y alimentando su alma a diario de vitalidad, amor y plenitud. 

Con el paso del tiempo María estaba convencida de haber encontrado aquella parte fundamental para su vida, el amor, la compañía pero comenzó a darse cuenta de aquello que no vieron sus ojos vedados. El sentimiento luchaba por salir a la superficie y, sin embargo, se escondía cada vez más lejos del corazón. Sus pensamientos derivaban a cómo resolver una situación dolorosa pero acertada. Le amaba pero no podía seguirle en el camino que comenzaron juntos desde que llegó a ella. 

Sucedieron momentos dolorosos que sólo fueron paliados con el sueño. Él se marchaba, con su vida acumulada de pensamientos y arrepentimientos que le llevaban al punto de partida. Ella partía de una situación que no era nueva, y el sentimiento lloró durante muchos días. Arrastró la pena con fuerza y fue marcando un límite para no caer y, también, no sufrir. Acostumbrándose a la vivencia de los hábitos pasados y no llorar. A levantar ánimos y costumbres dejadas en el tiempo que le reportaban satisfacción. Su camino continuaba hacia delante y, pese a desconocer lo que conocería se dijo a sí misma que era necesario rescatar el optimismo, la vitalidad y aquellos tesoros que permanecían hibernando en su interior. 

Un comenzar de cero que ella había decidido. Caminaba hacia su destino.