20 enero, 2015

A mi ángel


Recientemente me han dicho que te llamas Omael. Me gusta pronunciar tu nombre. Es una suave sensación de sílabas que se deslizan por la boca. Sé que yo soy importante para ti, y sin necesidad de pronunciarlo, sabes que tú también lo eres para mí.

Durante toda mi vida he sentido una compañía protectora junto a mí. Ahora sé que eras y sigues siendo tú. No podría explicar con palabras, el sentimiento de profunda certeza por no tener ninguna duda acerca de tus respuestas. No llegan con palabras, pero sé perfectamente cuando me llegan. Es algo que sientes, es algo que se diluye de la forma más natural y cotidiana posible.

Quiero cuidarte de igual forma que tú cuidas de mí. En cuestión de confianza, posiblemente confíe más en ti, que tú en mí. Porque sabes que puedo ser débil en algunos momentos, y porque sé que estarás si te necesito en momentos de flaqueza.

Me cuidas y me proteges. Sin esperar nada a cambio. Sí, sé que esperas que te escuche y que ponga atención en tus indicaciones. Pero la vida, muchas veces, es tan estresante que no da tiempo para parar y escucharte. Me conoces y sabes que como no lo tenga delante, no lo veo. Me muestro ciega dejando que la vida diaria me absorba en todas las vicisitudes que llegan a mi.

Buscaré un tiempo determinado al día para dedicarme a ti. Para ir conociéndonos un poco más. Debo acostumbrarme poco a poco. No hay prisa, sé que tú no te marcharás. Y también sé que cuando nos conozcamos ese poco más, formarás parte de mi vida de forma totalmente natural. Seguiré necesitando de ti, y me seguirá gustando aprender de ti.

Acabamos de conocernos, ¿comenzamos nuestra relación eterna?