19 febrero, 2006

Escritura

Llevaba retozando una pasión dentro de mí durante bastante tiempo, y hace un año decidió expandirse.

Hace un año comencé un proyecto que me pareció un mundo entero. Expresar con palabras recuerdos, sensaciones, miedos, esperanzas… Aquél proyecto se convirtió en un libro basado en una larga entrevista con un lobo. Fue fácil recuperar los recuerdos que aún bullían dentro de mí como rescoldos, las sonrisas aparcadas en el tiempo hicieron que florecieran en el presente y planté cara a los miedos y angustias que forzaban por salir. Hace un año comencé a escribir La Montaña del Mañana, y un año después sé con certeza que verá la luz presintiendo que la continuación será lo más difícil.

Me gustaría el trato de joven escritora por mi poca experiencia con la escritura, y no por la edad propia. La escritura es un arte que siempre ha sido utilizado como medio de comunicación. Un mundo que tenemos al alcance de nuestras manos pero que, sin embargo, no llegamos a tocarlo, observarlo y profundizar en él en la mayoría de las ocasiones. Desde pequeños aprendemos las primeras letras, comenzamos a encadenarlas para formar palabras y con el paso del tiempo aprendemos a utilizarlas.

El exterior se compone de muchísimos elementos que sentimos, tocamos, olemos y vemos. Los sentimientos son profundos y, como tales, les cuesta salir al exterior no siendo con caricias, besos, miradas y sonrisas. Los elementos son tocados de forma material, oliendo lo superficial y viendo lo que queremos ver. Nos resulta más difícil cuando llega el momento de expresar sentimientos con palabras, pero si profundizamos hasta lo más hondo son encontrados.

Amar es sentirse dichosa en un océano de felicidad, encontrar un refugio para los aguaceros y disfrutar de una compañía que proporciona paz. Llorar nos resulta angustioso por el dolor que oprime nuestro interior, pero las lágrimas apaciguan la quemazón arrastrándolo. El miedo queda reflejado por la incertidumbre de abrir una puerta y no ver una salida para los temores, inseguridad y desconocimiento. Reír es sentir una fuerza arrolladora que lucha por salir de nuestra boca porque son burbujas chispeantes que se adhieren a nuestros músculos provocando espasmos de felicidad. Añorar nos trae abatimiento interno pero, a la vez, evoca recuerdos de una manera tranquila, pausada y sin daño.

Poder escribir como son los sentimientos hizo que pensara en ese proyecto para mostrar mi ayuda a personas indefensas. Era necesario escribir coraje y lucha con palabras pero, a la vez, debía escribir sentimientos mostrando mi esencia. Los sentimientos duelen, pero también regalan sonrisas. Esa experiencia ayudó a redactar cada línea, y gracias a ello quedé prendada de la escritura. Hubo anteriores encuentros con ella, pero la pasión surgió con La Montaña del mañana.

Desconozco el tipo de relación que llevaré con la escritura en un futuro porque todo cuanto ocurra mañana es incierto. Si los sueños hablaran limpiarían matorrales de nuestro camino, pero es necesario que lo hagamos con nuestras propias manos. La pasión por la escritura existe, y es visible para mí porque lo siento. Allá donde vaya me acompañará... eternamente.


Nada es eterno, pero es mi esencia.



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