01 septiembre, 2006

¿Cómo sería?


Un alma solitaria que caminará lentamente por el devenir del tiempo, arrastrando los pies para barrer las hojas caídas de los árboles.
Caminarás ensimismado en el pensamiento abstrayéndote del mundo que te rodea, y a tu mente acudirán recuerdos que provocaran sonrisas y punzadas de dolor.
Creerás que caminas planteándote una duda que cobra mucha importancia para ti, y tus pasos se detendrán para pensar y decidir.
Me verás y la duda será expresada en voz alta.

- ¿Existe un futuro para nosotros?

Te miraré y callaré.

Pensaré que el futuro no está al alcance de la mano para tocarlo y disfrutarlo.
Pensaré que es mejor amasar el hoy para que mañana nazca el futuro.
Pensaré en besarte.
Pensaré en amarte y en volverte a mirar.
Acariciaré tu rostro con las yemas de mis dedos y sonreiré.

El futuro es un pequeño lujo que conseguimos todos los días al despertar. Algo que puede convertirnos en lo que no somos hoy, o quizá cambiar nuestra forma de vivir.
El presente es sentido, tocado, malgastado, sufrido, enamorado, triste, alegre, cansado, ilusionado... y sea como venga es preferible vivirlo para no esperar a un futuro que no sabemos si llegará...


Copyleft. Alzado 2003.
Permitida la reproducción citando al autor e incluyendo un enlace al artículo original.

28 agosto, 2006

Aquel lugar

Era una noche solitaria pero, a lo lejos, se escuchaban gritos apagados de niños que saboreaban las últimas horas del día. Saborear las horas pasadas del día era lo más placentero para ella. Una música sonando al viejo ritmo del jazz cubría cualquier vacío que pudiera verse desde una ventana, y comenzó a recordar ese día tan especial...

El desayuno fue diferente porque estuvo acompañado en todo momento por la brisa del mar. La frescura del agua despertó sus sentidos y rebrotó energía para todo su cuerpo. Cuando el sol, siendo condescendiente, abrasaba decidió pasear por lugares que siempre habían permanecido ahí, pero que nunca se atrevió a explorar en soledad.

De camino a esas callejuelas llevaba una sonrisa radiante. La soledad viajaba con ella, pero era bien recibida porque era la única compañía que deseaba en esos momentos. Ella y su cuaderno formaban simbiosis perteneciendo a uno solo porque contenía palabras de gran importancia. Su futuro estaba en aquellas palabras, y ella era su propio guardián.

El sol apuntaba alto y agradeció zambullirse entre la frescura de los viejos edificios. Piedras sólidas y frías se agolpaban en ambos lados de la calle cuando comenzó a observar a las personas que se cruzaban por izquierda y derecha. Buscó un saliente en algún edificio y, cuando lo encontró, se sentó. Abrió su cuaderno y comenzó a escribir frases enlazadas sobre las miradas que llegaban a ella.

Unos ojos inmensamente azules se cruzaron en su mirada, y no pudo alejarse del hechizo que trasmitían. Su poseedor era un muchacho que caminaba a la deriva sin saber su destino de manera exacta. Vagaba sacudido por el ir y venir de grupos de amigos festejando el final de las vacaciones y el reencuentro con mirada serena y ojos apenas entreabiertos. El muchacho miraba sus ojos y ella se zambullía en su azul intenso. Le vio alejarse y su mirada se perdió entre los grupos de gente que pasaban por allí.

Bajó la mirada hacia su cuaderno y ante ella apareció una página en blanco que pedía ser cubierta con palabras. Meditó y comenzó a escribir palabras que iban y venían por su mente, alimentándose de los aromas, voces y risas que resurgían de los viejos edificios. Un ambiente joven que aportaba savia nueva para esas calles impregnadas de experiencias a lo largo de los años.

Su muñeca escribió de manera frenética hasta llegar al final. Era un impulso irrefrenable que brotaba de manera enérgica sin poder contenerlo, y se abandonaba al resurgir de ideas que se agolpaban en su mente. Cuando terminó, cerró el cuaderno y comenzó a caminar hacia su origen convertido en destino. Arrastraba los pies para sentir los desniveles de las calles pedregosas, y su mirada se perdía en la siguiente esquina.

Anduvo hasta llegar al asfalto que rebrotaba calor a la caída de la noche. Aquéllas piedras frías fueron sustituidas por ladrillos, y los portalones por puertas de hierro perfectamente estructuradas.
Era una noche solitaria y ya no se escuchaba el eco infantil saboreando las horas del nuevo día...


Copyleft. Alzado 2003.
Permitida la reproducción citando al autor e incluyendo un enlace al artículo original.