05 junio, 2017

Límites

Siempre es bueno marcar unos límites basándose en aquello que estás dispuesto a tolerar, o que no toleras bajo ninguna circunstancia.

Los límites físicos marcan las líneas divisorias que los demás no deben traspasar, de esta manera podemos evitar sentirnos atacados en nuestra propia integridad. Tener claro que es lo que permitimos, y lo que no, nos ayuda a ser consecuentes con nuestros actos. Pero ese sencillo, o no tan sencillo ejercicio, no siempre sabemos llevarlo a la práctica. Aquellas personas que cumplen con sus límites establecidos, también tienen momentos de flaqueza en determinados momentos de su vida. Ese punto de debilidad vendrá marcado por la circunstancia que obliga a moderar, o tolerar, una regla que pusimos nosotros mismos. Por esta causa cuando toleramos una pequeña puerta abierta para que otra persona la traspase, debemos estar muy seguros de la decisión tomada para que luego no surjan los arrepentimientos que podrían dañarnos tanto física como emocionalmente. Una regla imprescindible es que debemos ser fieles a los límites que consideremos inalterables. Aquellos que, bajo ninguna circunstancia, debemos permitir. Pero también debemos comunicar con claridad a la persona que quiera traspasar esa frontera, que no nos gusta una determinada actitud ante algo que no es de nuestro agrado.

Los límites emocionales son tan importantes como los físicos, pero quizá sean más difíciles de aplicar. Lo que debemos tener claro es que si sentimos que no estamos bien por cómo se han dirigido a nosotros, o como nos han tratado en un momento determinado, debemos decir aquello que nos molesta para impedir que la otra persona continúe haciéndolo. Comunicar siempre debe ser una parte importante para que los demás puedan saber a lo que atenerse si quieren relacionarse con nosotros. Se pueden tener los límites claros desde el primer momento, pero también pueden ir surgiendo a medida que vamos conociendo a las personas.

De igual modo, podemos equivocarnos al marcar unos límites antes de conocer como es la persona que tenemos delante. Es como si nos pusiéramos una coraza para defendernos de algo que aún no ha llegado. La razón que nos puede llevar a actuar así, puede ser debida a experiencias dolorosas del pasado que queremos evitar a toda costa. Pero estamos errando al presuponer que la persona que tenemos delante va a tener el mismo comportamiento. De nada sirve avanzar en ese sentido, porque estaremos obviando lo más esencial. Conozcamos, y después actuemos en consecuencia.


Los límites existen para una razón determinada. Apliquemos el mismo baremo para aquellos que consideremos importantes para nosotros, seamos tolerantes para aquellos que pueden verse modificados en el transcurso de la vida y, sobre todo, no marquemos sin conocer a lo que nos enfrentamos.