23 mayo, 2016

El alma

Todos tenemos alma. Todos portamos, desde que nacemos, una. Es algo difícil de creer para aquellos que sólo dan consistencia a aquello que sólo sus ojos pueden ver, porque no puede tocarse. Pero el alma no se toca. El alma se siente. Por esa razón, se ubica cercana al órgano que nos hace sentir como humanos, aquel que nos hace sentir la alegría, la pena, la dicha o la desdicha. 
En el transcurso de la vida, el alma permanece intacta, no crece, no madura, es algo invisible que se percibe de forma visible cuando el sentimiento va impreso en nuestros modos de actuar.

El alma siempre sonríe ante la mirada dulce de un niño. Se presta a tomar parte de un juego, cuando esté nos reporta bienestar. Se hunde en lo más profundo de nuestro ser, cuando el dolor nos desgarra las entrañas y nos parte en dos el corazón. En alguna ocasión, el alma se torna oscura cuando nuestros pensamientos o acciones van cargados de ira, maldad o egoísmo. Es la otra cara de la moneda. Aquella que puede demostrarnos que un alma, también puede llegar a ser ruin. Dependerá de nosotros sentir nuestra alma limpia y llena de amor, o bien, sentir oquedades en alguna parte de nosotros mismos, al dañar a otros.

Un alma no es vieja, ni joven, ni siquiera inmadura. Forma parte de nuestro avance y experiencias en la vida. Ella porta recuerdos que nosotros aún no conocemos. Pero cuando vivimos algo que sentimos hasta en lo más profundo de nosotros, decimos que lo sentimos en el alma. Es nuestra fiel compañera, nuestro espejo interno donde debemos reflejarnos para continuar en nuestro avance. Ella nos muestra su sabiduría, sus lágrimas y sonrisas de forma constante. Y por ello, en todo cuanto realicemos, es necesario pedir su presencia. Su esencia. Nuestra esencia. 

No lo olvidemos. Todos poseemos una, y ella siempre nos acompañará. Es el aliento que mantiene nuestras fuerzas. El soporte de nuestros desconsuelos. La chispa que infringe a nuestro rostro, su sonrisa. La luz que transmite nuestra mirada. Se adhiere al interior de cada uno, y vibra con aquello que vivimos y nos llega, a través de los sentidos.


Nuestra alma es nuestra esencia. Aprendamos a amarla porque ella, seamos como seamos, ya nos ama. 

07 enero, 2016

Déjame que te cuente...

Aquellos momentos, serían los primeros de encontrarse a solas después de su separación. Malena sabía que cuando llegasen a la habitación de aquél pequeño y lejano hotel, Mario intentaría atrapar su mirada. Y que ella entraría a formar parte de un juego sin razón cuando intentase rehuir la suya. Sabía que, tarde o temprano, sus ojos le atraparían. Y se sentiría atrapada completamente cuando Mario extendiese sus brazos buscando abrazar y sentir su cuerpo. Ella no iba a negarse a ello. También lo necesitaba.

Como necesitaba que la acompañase mientras cruzaran la pequeña y cálida habitación, ofreciéndole su mano para sentarse en la cama. Allí le miraría a los ojos y le diría:


- Me alegro de verte.

Y él respondería:
- Yo también me alegro de verte.

A continuación, cogería sus manos entre las suyas y continuaría hablando:


- Te añoro, pero ya no sufro por ello. La comunicación entre ambos se cortó, cuando era necesario hacerlo. Las aguas debían volver a su cauce, más tranquilas, más maduras y con lo aprendido de esta experiencia. El sentimiento cercano sigue ahí, lo siento de forma constante pese a la distancia, pero ya no duele.

Tomé mí tiempo de silencio para fortalecerme, para pensar y analizar el tiempo que nos habíamos regalado. Fue dulce, único e irrepetible. Lo vivimos juntos y nadie puede borrarlo de nuestra memoria, salvo nosotros mismos. Comencé a conocerte, y me enamoré. Fui reacia y asustadiza en los principios. Y tú fuiste osado cuando expresaste de forma clara tus sentimientos en una frase de dos palabras. Y fue bonito.
Creo que ya he superado el proceso de extrañarte junto a la tristeza. Y lo creo porque vuelvo a recobrar mi alegría. Me apetece verte y saber de ti, del que hoy es amigo y en el pasado también mí compañero de vida, mí amante, mí amigo...mí todo. Del que puedo continuar aprendiendo y, a la vez, regalarle sonrisas para los momentos más difíciles...

En ese momento, Mario se acercaría e intentaría besar los labios de Malena. Y ella, también sabía, que no pondría ningún impedimento para que aquello ocurriese.