28 octubre, 2014

Vidas separadas, vidas cercanas

Caminaba solitario por la calle mientras aspiraba los distintos olores que el ambiente regaba cada paso. Un gato, solitario como él, caminaba al compás que marcaba la oscuridad. Su pelaje negro ocultaba su esbelto cuerpo, mientras resaltaba la mirada felina entre las sombras. Otra alma solitaria que no buscaba compañía, pensó Mario. 
No llevaba prisa, el tiempo se había detenido por un instante, por unos minutos eternos y unas horas que resultaban agradables para disfrutarlas. 

De vez en cuando su mirada se cruzaba con alguna persona que, lejos de sentir el silencio de su alma, caminaba presuroso para llegar a alguna cita programada. El tiempo escapaba hábilmente de las manos, cuando el espíritu no se paraba a a contemplar cuanto sucedía alrededor. 
Aquella noche era callada, los trinos de los pájaros permanecían acallados por la oscuridad. Las sombras ocultaban los pensamientos del trasiego nocturno, y los sueños vagaban libremente en busca de la esperanza. 
Aquél pensamiento le trajo a la memoria su propio sueño. Ese pequeño rayo de esperanza que ansiaba y anhelaba de forma repetitiva en su mente. No existía ni un sólo momento del día que el recuerdo de su pequeña le acompañase en su devenir diario. Su pequeña...

Las circunstancias le habían obligado a separarse de lo que más quería en el mundo. Su hija. Sangre de su sangre. Aquella sonrisa eterna le acompañaba y atenazaba en sus momentos de soledad. Su vida se truncó cuando su pequeño mundo se fracturó de un golpe. María le había confesado que ya no era feliz junto a él. Ella le confesó que su corazón le pertenecía a otro hombre. El ideal de felicidad se transformó en una pesadilla desde ese momento. 

Ya no más experiencias vividas junto a las dos personas que más le importaban en su vida. No más años de dedicación por intentar se feliz junto a ellas. La estabilidad de hacía unos meses, se tornó en desasosiego. Era un comenzar de cero. La soledad sería su compañía y la felicidad le visitaría cuando tuviera a su hija junto a él. El destino quiso que disfrutar junto a ella, fuera programado en un calendario. No más espontaneidad al volver del colegio, al darle las buenas noches, o al ayudarle con su formación para un futuro. 
El presente, su mujer, un abogado y un juez marcarían las pautas a seguir a partir de ese instante. Se sentía como una marioneta en manos de los demás. Ellos iban a decidir cuando podría estar junto a ella. Su mente y su cuerpo se rebelaban contra todo aquello. 

Tendría que comenzar a vivir con ello. Con la sensación de ausencia. Con un querer y no poder. Con su propia negación para asimilar la sentencia impuesta. 

Era su hija, su pequeña. Un pedacito de cielo que disfrutaba con él en los momentos que compartían juntos. No era justo que las imposiciones le restaran tiempo a aquellos momentos, pero así era y así debía comenzar. 
Llegaría un día que su hija estaría junto a él. Su pequeña crecería y sería consciente de todo el amor que él, su padre, le profesaba. Mientras ese día llegara, su único objetivo sería que ella sintiera su presencia de forma constante, aún no estando junto a ella físicamente. Que sintiera su protección en los momentos de temor, su orgullo en los triunfos conseguidos, y su amor en el día a día. 



26 octubre, 2014

Soledad y Felicidad

La soledad era siempre agradecida en momentos relajados. Le gustaba sentir libertad mientras sentía la compañía del silencio. Amaba la soledad en su hogar, pero sus pensamientos y sensaciones se volvían vulnerables al compartir su soledad con el resto del mundo.

Nunca le gustó salir a dar un paseo sola. En sus paseos se cruzaba con personas que nunca antes había visto, y otras con rostros que resultaban añejos al situarles siempre en el mismo lugar.

Aquella noche desafió sus convicciones y fue a disfrutar de la noche en soledad. La luna aconsejó ciertos caminos para disfrutar de una ciudad bajo su luz. El silencio resultaba volátil siendo atropellado por los vehículos que circulaban. Madrugada en una ciudad empedrada que invitaba a pasear entre sus edificios mientras, en los recovecos de las paredes, silbaban voces alegres que provenían de sus calles. Aquella pequeña ciudad albergaba experiencias dramáticas y sabias. La sabia nueva disfrutaba de la vida sin pensar en amarguras venideras.

Terminaba una calle y comenzaba otra. Dobló la esquina y observó luz con bullicio a lo lejos. Sus pasos fueron acercándose de manera curiosa observando los rostros de las personas que se cruzaba. Jóvenes que disfrutaban de la noche con los amigos. El local estaba lleno y apenas pudo hacerse hueco entre la gente para intentar avanzar. El calor era sofocante y se quitó el abrigo mientras observaba a las personas de su alrededor. En aquellos instantes pensó que no encajaba en aquél lugar.

Mujeres esculturales adornadas de vestidos con destellos de luz y hombres que despertaban en ella mil sensaciones. Tomo la decisión de marcharse de aquél lugar cuando observó que varios ojos permanecían clavados en ella. Sus miradas decían: ¿Dónde vas? Esa mirada inquisitoria acompañada de curiosidad produjo un saludo sonriente por parte de ella.

Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida pensando que sería mejor volver a casa. Pocos metros antes de salir se interpuso en su camino un hombre que comenzó a decir su nombre con una sonrisa:

- ¡Hola! Soy Pedro, ¿qué tal?
- Hola, disculpa me marchaba ya.

- Ya veo -sonriendo-. ¿Dónde vas con tanta prisa?
- No llevo prisa -mirando hacia la puerta-.
- Te irás sin decirme siquiera tu nombre?

- Sí. Entre a ciegas y creo que me equivoqué de lugar.
- ¿Por qué? Este sitio está muy bien y, como escucharás, la música tampoco está mal.
- No tengo nada en contra del sitio, ni me voy por la música. Simplemente no encajo en este mundo.
- ¿Qué mundo?
- El mundo de la riqueza donde los esfuerzos no se tienen en cuenta, donde las superaciones personales sólo son los lujos. Un buen coche, un buen acompañante con dinero, lo inalcanzable y vacío que catalogamos muchos...
- ¿No te gusta el dinero? ¿Poseer lujo y todo cuanto sueñas?
- Sería tonta si no me gustara, pero te aseguro que todo esto... no da la felicidad completa.
- La felicidad es algo muy difícil de alcanzar.
- Todo depende de lo que cada uno considere sentirse feliz. El baremo lo pone cada uno de nosotros. Muchas de estas personas se sentirán felices por cuestión material y son afortunadas si también son felices con ellos mismos.
- ¿Dónde quieres llegar?
- No importa –riéndose-, ¿tomamos una copa?, pero antes, ¿me dirás tu nombre?
Marta, ¿puedo irme ya? 



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