10 febrero, 2006

Celia

Celia es su nombre. Una mujer floreciendo de un cuerpo de niña, y una niña viviendo en el cuerpo de una mujer.

Su rostro simpático incita a la sonrisa, y su manera de expresar anima para escuchar. Cuando camina imaginas tener delante a una gacela por sus movimientos ágiles y su figura esbelta. Su mirada irradia luz y su cuerpo juventud. Divino tesoro.

Una mujer inteligente de mirada tierna. Soñadora porque su edad le permite viajar más allá del final de las nubes, y consecuente con el día a día. Responsable e infantil. Una mujer que disfruta en los pellizcos felices que ofrece la vida, y que lamenta cuando llega el dolor.

Estas palabras expresan y reflejan la personalidad de una mujer que, además de ser joven, es bella.


-Pásame –me dijo una mañana-, pásame algún escrito para leérmelo.

Así han continuado más escritos que lee con avidez mientras regresa al hogar. Las palabras acompañan su viaje, y por la mañana temprano emite sus comentarios. Cuando escucho sus palabras su mirada transmite alegría, y sus gestos le acompañan.

No sabemos cuando nuestras sonrisas serán separadas por el destino caprichoso, pero resulta reconfortante saber que mis palabras le acompañaran allá donde esté.


Así es ella. Así es Celia.

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